29 junio 2025

La vaca y el helicóptero

 
"Como las vacas al tren" suele ser una metáfora que se usa para describir una situación de asombro a algo que está sucediendo sin saber qué hacer ni como actuar. Pero en este caso no fue el tren (que no discurre por estos lares desde hace años) sino el helicóptero de Salamanca antes de despegar camino del hospital.

Era pronto y había llegado el médico pidiendo algo para comer. 

Y dice con esa sorna que le caracteriza: bueno, pues lo que sea. No nos dio tiempo ni a pensarlo.  Sin darnos cuenta habíamos pasado el puerto de La Hoya camino de la comarca de El Barco de Ávila. Una carretera que de noche suele estar muy concurrida por animales y que hay que ir siempre con los cinco sentidos. 

Cuando llegamos ya sabíamos que el helicóptero volaba hacia nosotros y había que buscar un sitio cómodo. La Nacional 110, le dije al piloto, No sin antes comprobar el punto kilométrico y las condiciones de aterrizaje. El pueblo en cuestión no estaba como para muchas florituras. La arboleda existente nos obligó a bajar hasta la carretera nacional para buscar un sitio cómodo.

Allí estaba. Mirando como pasa el tiempo, sobre un pedestal como si fuera el género femenino del toro de Osborne. Esos que aún quedan en las carreteras como patrimonio cultural y artístico de España. La silueta de la vaca era graciosa. Con un collar estilo fiesta de los 16 años como atrezo. Miraba al helicóptero cuando despegó camino del hospital como si nunca jamás hubiera visto nada igual. Y me resultó gracioso inmortalizar la escena para dejarla como recuerdo.

Tras el despegue y con polvo hasta las cejas nos volvimos a la base para empezar a preparar la comida. Nos dio tiempo a comer. Hoy sí.

¡Ah! me voy de vacaciones... vuelvo a mediados de mes.

19 junio 2025

Zapatillas blancas con detalles dorados


A veces me pregunto si es normal seguir haciendo vida después de cosas como la de hoy. Pero me dicen que es nuestro trabajo y que a quien hace pasteles, como mi amigo Carlos, no le pasa. Le pasarán otras, pero no como esta.
Las diez en punto cuando el teléfono sonó mientras acabábamos de hacer la revisión de la ambulancia. Seguimos entrando a las nueve de la mañana, pero entre el cambio y dejar tus cosas para pasar la guardia, se nos echan las diez enseguida. 
Un punto kilométrico en la autovía y malas noticias ya desde el principio. Sales corriendo, activas el aviso en la tablet, y caminito. Atraviesas la ciudad pendiente de todo. La salida está concurrida debido a que hoy hay mercadillo y se pone espeso el tráfico. Ocho minutos interminables y un acceso complicado. Un tramo dirección prohibida gracias a que no venía nadie y estacionas lo mejor que puedes entre los restos del vehículo. 
Una escena de horror, vehículos pasando cerca, un móvil grabando, pasajeros de los vehículos sintiendo la tragedia y silencio. Mucho silencio. 
Aún me sorprende la capacidad del ser humano de abstraerse hasta tal punto de no escuchar el mundo que pasa alrededor. Silencio. No hay signos vitales. Silencio. Una sábana que fui a buscar para taparle mientras mis compañeros seguían a lo suyo con otro paciente no sin antes mirarle por última vez. Silencio. Quedaron únicamente a la vista sus zapatillas. Blancas, con detalles dorados. No se me van a olvidar.
A veces tienes que pasar malos tragos para hacerte "mayor" en esto de las emergencias. Por muchos años que tengas, da igual. Pero sigues. Es tu trabajo.

Foto: Salamanca24horas

05 junio 2025

Ya iba siendo hora

 

Hoy no sé qué pasó, pero Floro me tocó la fibra sensible y me dijo que podría ser un buen día para retomar el blog. Como sé que anda pendiente, me acordé que llevaba meses intentando cambiar los zuecos y que podría ser una buena oportunidad para sentarme delante del ordenador y dejar de pensar en otras cosas. Creo que ya se merecían una renovación porque alguna que otra inundación ya he tenido. Tras agradecerles los servicios prestados durante más de 15 años, me dispuse a calzar los nuevos. Más cómodos y cambio de color.
Han pasado muchos meses desde la última entrada al blog. Entre medias una pandemia, una nueva concesión de transporte sanitario (con cambio de empresa incluido), nuevas ambulancias, más dotaciones, meses de baja por una operación quirúrgica, y sobre todo, años de edad. Esa que a veces ya no te deja hacer lo que quisieras. Pero seguimos dando guerra. Después de más de 34 años ya no voy a cambiar.
Amén

09 octubre 2019

Y me pilló de guardia....

Estamos de guardia. Es la una de la madrugada. Acaba de pasar la media noche y cuando todo el mundo se ha ido a descansar, cojo el ordenador y arranco con estas líneas. No sé muy bien qué poner. La verdad es que no sé muy bien si debo continuar o no escribiendo. Hay veces que no hilan, que las palabras se agolpan sin un orden concreto. Pero me asaltaron hace un rato los recuerdos. 
Muchos años han pasado desde febrero de 1991 cuando arranqué a las 12 de la mañana la SA4905H. Un Renault 18 GTD de color gris que llevaba como único material una bala de oxígeno, una cuña, un bote de recogida de orina y una camilla sin patas. De esas que cuando llegabas al hospital llamabas a los celadores para que salieran con un carro y poner encima la camilla de la ambulancia. 
Han pasado casi 29 años. Todos con sus días y noches, con sustos y acojones. Con desvelos y sobresaltos.... hoy me asaltan los recuerdos. 
Poco queda de aquel chaval de 21 años que recién sacado el carnet B2 de transporte público y tras una oferta de trabajo pactada en un bar, se aventuró en el mundo del transporte sanitario. Nunca pensé que esto llegara tan lejos ni que fuera tan bueno. Creo que fui valiente pocas veces y cobarde las más. Los años te hacen madurar y saber que el fuego estaba inventado, que la rueda también estaba cuando llegaste y que lo único que te comes de vez en cuando es un gran mojón de mierda. Mucha en todo estos años. Lo único que hemos hecho ha sido intentar ser buenos en lo nuestro.
Hoy me asaltan las dudas de un cambio de década que te hace ver que el final ya está más cerca. Que un día dejarás aquello por lo que luchaste y por lo que dejaste media vida. 
Muchos de aquellos que conocí cuando yo empecé  ya no están. Tenían entonces mi años y las mismas inquietudes, los mismos sueños. 
Hoy después de casi 29 años es más de media noche y me pilló de guardia mi 50 cumpleaños. 

04 agosto 2019

Recuerdos de "chico"

He de reconocer que hacía años que no lo veía.
Y eso que cuando éramos "chicos" era habitual tenerla abierta. Más que nada para que pudiera pasar el que quisiera, nadie salía a recibirte. Ya fuera la vecina para charlar con tu madre, o los amigos llamándote en la hora de la siesta para "petarle" a algún vecino el timbre de la puerta o ponerle una botella de agua para que cuando abriera le mojara los pies. Cosas de chicos, que diríamos entonces.
Y hoy no pude por menos que hacer la foto.
Hacía un calor de esos de siesta de agosto con la ventana cerrada a cal y canto. Y la plaza del pueblo es las que dan ganas de llorar para hacer maniobras con la ambulancia. Más de 5 metros de largo por 2,50 de alto que te hacen estrechar el esfínter cuando entras en alguna de las calles de los pueblos de la comarca. Un día me llevo un balcón -pensé- mientras me acordaba del que le quité un trozo en Montemayor del Río. Son cosas de "chóferes" que diría mi amigo Quique. Eso sí, de los buenos.
Pues eso, que la plaza no es que estuviera a reventar. Sólo un coche. Pero nos las vemos y deseamos cada vez que vamos. Aparqué y entré. Poco había que hacer. 
En esto que salgo para atrincherarme en la ambulancia al fresquito del aire acondicionado y las ví. No eran las de la casa donde íbamos, pero allí estaban. Esperando a alguien que tuviera la osadía, o quien sabe si la curiosidad de girarlas y entrar.
Me acordé enseguida de mi barrio, de la calle Alojería. Las llaves de las vecinas siempre estaban puestas, o la puerta abierta de par en par. Nadie se paraba a pensar. Entrabas y punto.
Estaba yo en ese recuerdo y mientras miraba a mi alrededor, un impulso me llevó a cogerlas y girar. El fresco se notaba en el ambiente de una casa cerrada....

22 enero 2019

La manguera con el hilillo de agua

Si no recuerdo mal fue hace unos 11 años cuando nos avisaron de una estación de servicio para una Emergencia por quemaduras. 
El conductor de un camión aprovechó una parada de descanso para revisar su vehículo tras una luz de avería. Le avisaba de falta de agua en el depósito de expansión. Sí, ese que se calienta como "pata de perro envenenao". El que lleva el agua que refrigera el motor. Sí, ese que nunca hay que abrir hasta que el motor no esté completamente frío. Ese.
Pues eso, que nos llaman y salimos como alma que lleva el diablo. Todavía me acuerdo. Son esas cosas que quedan grabadas en la memoria de alguien que lleva ya más de 5 lustros en esto de la Emergencia.
Las quemaduras, más que por lo urgente de la situación en sí y por el compromiso físico (que lo hay, y muchas veces grave) presentan u estado de dolor que hay que resolver cuanto antes.
A nuestra llegada a la gasolinera se estaba produciendo una situación un tanto peculiar por no decir anecdótica o curiosa. Al conductor del camión me lo tenían sentado en una silla de esas de toda la vida del bar. Las de friso e hierro, color madera. Seguro que os suena. Y el señor gasolinero con toda su paciencia le estaba regando con una pequeña manguera que pudo encontrar, de la que salía un hilillo de agua, pero suficiente para tener empapado de agua al chófer del camión. Desde la cabeza a los pies.
Aquella situación, me vais a permitir, tan cómica, salvó el que las quemaduras que había recibido el buen hombre por haber abierto el depósito de expansión, fueran aún más graves y sobre todo extensas. 
Recuerdo esto porque hace unos días, al abrir el depósito de mi ambulancia para rellenar anticongelante, lo recordé. Y me eché para atrás. 
El miedo es libre.
¡Ah!, la fotografía es de otro paciente que le estalló la caldera de agua. Duele, y mucho.

16 diciembre 2018

El perro y los palillos chinos

Avanzaba la tarde en la base dormitando entre el fin del telediario y la entrada del hombre del tiempo cuando sucumbí. 
Siempre he pensado que la persona que lo presenta debe estar un poco harto de que se le duerma la gente cuando sale por televisión. Aunque como decía mi abuela. -Mira a ver, hijo que ese hombre se quiere meter en casa-. Cosas de un mal de Alzheimer. O vaya usted a saber....
Pues que me quedé traspuesto cayéndose la baba sobre la comisura de los labios. Y tuvo que venir mi compañero a despertarme para un aviso. Entre ponerme las botas y el polar a la vez, la cosa se puso tensa. Sólo podemos hacer una cosa...-me dije-. Pero logré salir airoso a la calle en una tarde fría y húmeda.
El camino nos llevó 22 minutos. No eran noticias buenas. Y pensé que lo mismo en el centro coordinador habrían cogido mal la edad... Puse el GPS en marcha para encontrar la calle antes, y después de un quiebro accedimos a la vivienda. Mal, muy mal se nos dio. No hubo opciones para el paciente que, tumbado en su sofá, parecía dormido. Treinta minutos de reanimación y nada.
En el sillón que había detrás, un perro pequeño con los ojos oscuros seguía nuestros movimientos atentamente y permanecía callado, sin moverse, como si no quisiera irse de allí. -Ten cuidado no te sientes encima de él-, me dijo el médico. Era lanudo blanco y estuvo con  nosotros hasta el final....
Mientras que el médico acababa de rellenar su parte, bajé hasta el río. El Tormes estaba precioso. 
21,00h Salí a buscar cena. Me apetecía comer chino. El chico me dijo que si prefería palillos para comer el arroz. Le dije que no, que para usarlos prefiero hacerlo en privado antes de que mis compañeros se rían de mí.
De vuelta a la base, entre la bruma de mis pensamientos pensé en cómo se puede comer un arroz tres delicias con palillos después de haber dejado a una persona joven, fallecida en su casa. 
- Son cosas de nuestro trabajo, me dije-. Y seguí hacia la base. 
Algún día a alguien le suelto un improperio cuando me diga que trabajamos poco.

10 noviembre 2018

En un rellano de la escalera

De vez en cuando hay alguien en la guardia que viene con el ojo "revirao". Y parece que el día promete. Por la mañana ya avisó de que la guardia podría ser mala.
Andábamos cada uno por un lado en la base hasta que sonó la melodía del teléfono de avisos. Es difícil que la tenga alguien. El Tubular Bells de Mike Oldfield es como un martillo pilón que entra hasta los tuétanos cuando salta un aviso.
- Hola, Béjar. Dime.
- Tenéis aviso. Nos llaman de Atención Primaria que requieren la UME.
- Ok. Dame datos.....
La voz de la reguladora de Emergencias parecía tensa. Lo noté enseguida. 
El médico de hoy suele poner el altavoz para que todos escuchemos donde es. Me parece que es bueno. Así la información la tenemos todos y no se escapa nada.
Botas, Polar, Chaleco... a la ambulancia.
Suena el teléfono otra vez.
- Béjar, dime
- Nos llaman de Atención Primaria otra vez. Que por favor tardéis poco. 44 años y ....
- Bien. Ya hemos salido. 20 minutos, no menos.....
Llueve. La carretera se hace larga y penosa. Hay demasiadas curvas de esas que hay que tomar con tiento y aliento. Siempre me acuerdo de mi compañero Quique cuando se "comió" un jabalí. De noche todos los gatos son pardos. Pero la cosa no pinta bien y el silencio es como una losa pesada que me hace pensar.... 
No nos equivocamos. 20 minutos más tarde llegamos. Hay gente en la calle. Alguien que mueve la cabeza muy nervioso y la ambulancia de soporte.
Entramos al edificio, primer piso, rellano de la escalera. No cabemos todos. Nos ajustamos como podemos. La vecina del primero derecha a la puerta, el equipo de atención primaria y los chicos del soporte haciendo RCP. Cada uno a lo suyo.
Hay una carita que ví según entré por la puerta de la calle, pero sólo un bulto. Unos 6 años. Dos chicos más en el piso superior que les dice la vecina que no bajen.
Todo funciona. Afortunadamente no es todos los días, pero el engranaje de la RCP funciona. Cada uno sabe qué hacer. Es como si la máquina estuviera engrasada.
30 minutos interminables y se acabó. Todo se acabó.
Entramos todos en casa de la vecina que amablemente nos deja, incluso quien se fué. Dejamos libre el rellano mientras los dos niños de arriba bajan a estar con la familia a la calle. Sólo pienso en quien se lo dice. 
Soy cobarde tras la puerta. Luego me vienen fantasmas a la cabeza que no logro que se vayan.
Las nueve de la noche y venimos de un marrón.